viernes, 17 de abril de 2009

JUAN ANDRES, LA VOZ Y EL SILENCIO

(Mi amiga Susana me manda estas líneas en la que habla de Juan Andrés. Voz y silencio...).
Cinco días sin tu presencia y se nota en el alma de todos los que te queríamos. Con cada uno de amos tus amigos y compañeros me paro cada día para recordar las bondades de un hombre, un ser humano excepcional, como lo fuiste tú y que se fue de puntillas… sin hacer ruido, como a te gustaba hacer las cosas en la vida. Durante esta semana amarga sin tu compañía he echado de menos tus palabras de ánimo, tu especial sentido de la vida, tu prosa poética (que muchas veces no entendíamos) pero que escondía tu lado más intimo, sensible y personal y que muy pocos conocían de tí.
Te encantaba hacer poemas y como psicólogo del alma que eras, analizar los seres y las cosas para extraer su lado más puro, su más pura esencias…. Esas ocurrencias tuyas que a veces no entendíero que te apartaban de esa imagen de hombre duro para llegara Juan Andrés que fuiste y que eres: un hombre tímido, extremadamente sensible e incapaz de cambiar el estado de las cosas y de las personas para evitar el dolor. Ese dolor que te llevaste tu sólo para no molestar, chulo (como te gustaba denominarnos a tus amigos y amigas). Tus amigos radiofónicos te bautizaron como “La voz de la campiña” por tus extraordinarias dotes vocales, pero si hay algo que te definía Juan era tu gusto por la reflexión profunda, por el silencio y el psicoanálisis. Minuciosamente te detenías a analizar desde el encanto de un objeto hasta el trasfondo de una acción que no terminaba de convencerte y que convertía en un filósofo de la calle al que no siempre entendíamos.
Pero sobre todo Juanito, amabas a la gente, y evitabas el enfrentamiento dialéctico entre los que conocías. Buscabas siempre aunar, sumar… en lugar de restar y dividir porque “estamos aquí dos días…”, decías con una mirada serena y envolvente, y una media carcajada que a todos nos sacaba alguna sonrisa. Para los que te conocían menos, eras a veces hombre parco en palabras, porque prefería los gestos…; el Carpe Diem en lugar del “venga usted mañana”. No te gustaba dejar algo por hacer, pero te fuiste con un largo etcétera de tareas contigo mismo. Aquellas insalvables a las que diste un salto mortal. Sé que aún estás entre nosotros y desde estas líneas y esta tribuna magnífica que me brinda Esteban te digo adiós para siempre. Esta vez invitas tú…. Espero algún día reencontrarme contigo allá donde estés que seguro que será un paisaje más bello que el que has dejado; un paisaje donde tu alma encontrará el consuelo a muchas cosas que dejaste a un lado en vida; un paisaje donde tus ojos brillarán como solían hacerlo: repletos de amor, emoción y sentimiento hacia los demás. Un paisaje donde seguirá estando tu Jerez, con su Semana Santa, su Feria y todos esos eventos que te provocaban un frotar de manos porque como siempre querías beberte la vida a sorbos, por su puesto con un buen vaso en la mano.
Chao Juan, chao chulo. Nunca te olvidaremos.

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