jueves, 12 de noviembre de 2009

LA RED ENAMORADA

(Artículo publicado en Viva Jerez el 12/11/09)

Desde el principio de los tiempos el sexo ha sido el eje que ha vertebrado la sociedad impulsando una fuerza y un poder de atracción que ha permitido mantener la cohesión de la pareja y con ello la dura y difícil crianza de los hijos. Los seres humanos tenemos una herencia genética animal muy fuerte y por eso hemos ido eligiendo pareja siguiendo un juego seductor en el que hombres y mujeres hemos desarrollado estrategias amorosas bien definidas. El denominador común ha sido la atracción “química”, previa a la formalización del compromiso y de la vida en común. Después se intentaba ajustar la relación y encajarla como si de un puzzle se tratara, diferencias, gustos, manías, familia, amistades, trabajo y un largo etcétera. En los últimos años, esta realidad ha comenzado a cambiar con la búsqueda de relaciones afectivas en la red. Posiblemente el tipo de vida, la soledad y la falta de tiempo nos animen a ello, pero lo que tal vez pase inadvertido es que la lógica interna es muy coherente.


En Internet se buscan una serie de perfiles, es decir, se da una sustitución de la química en favor del elemento cerebral. Seguimos alimentando el instinto primario, pero la aldea global de la “red de redes” nos está haciendo alterar esa relación. Me pregunto si esta fórmula, que ya ha propiciado que miles de personas hayan encontrado su otra media naranja, puede llegar a convertirse en una solución al alto índice de fracaso en las parejas. O dicho de otra forma. ¿No es más factible que primen el sentido común, la razón y la compatibilidad entre dos seres humanos como elemento previo al flechazo?. Este último tiene un componente irreflexivo que, a veces, nos lleva a equivocarnos. Sin embargo, el anonimato de Internet nos marca unas pautas iniciales de compenetración que, a posteriori, pueden ser refrendadas mediante la química del amor.


Y hecha la propuesta, quiero salvar el elemento irracional, romántico y poético, antes de que pueda tacharse de frívolo. ¿Acaso hay algo más enigmático que encontrar a nuestra media naranja entre la inmensidad de la red?. Hegel nos enseñó que todo lo racional es real. Las relaciones virtuales son por tanto tan reales como las que se dan en la vida. El amor está en el aire, es decir, también en la red. Y el Cupido lo sabe.

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