jueves, 9 de septiembre de 2010

LA COLECCION



Les confieso que el artículo de hoy ha pendido de un hilo. A punto he estado de hacer dejación de mi responsabilidad semanal con Viva Jerez por la angustia y desazón que me envuelven. Incluso ahora, al escribir estas líneas, el recuerdo de su ausencia sigue martilleándome el alma. Pero al final, le he echado bemoles y aquí me tienen un jueves más. Ocurrió ayer. Paseaba por la calle cuando la vi en el quiosco. Nos cruzamos la mirada unos segundos, los suficientes como para recorrerla de arriba abajo. Me cautivó. Continué avanzando, no sin antes girar la vista atrás en un par de ocasiones para volver a verla. Estuve a punto de darme la vuelta y hacerme con ella. Pero no lo hice... y me arrepentí.

He pasado una mala noche, pero he despertado feliz por haber tomado la decisión correcta. ¡Iría a por ella!. Una oportunidad así no se presenta todos los días. Estaba seguro que me estaría esperando en el mismo lugar. Mis pulsaciones aumentaban a medida que me acercaba. Por fin llegué y... no estaba. La busqué, pero nada. Pregunté por ella. ¡Se han adelantado!, me dijo el quiosquero. ¡No puede ser!. Estaba convencido que tenerla en casa era lo mejor que podía pasarme en la vida. Así que la busqué de quiosco en quiosco. Pero en todos me daban la misma respuesta: ¡Llegaste tarde, vendí la última!. ¿Cómo pudo ocurrirme?. He perdido la oportunidad de hacerme con.. ¡La gran colección de dedales del mundo!. Me pregunto dónde estará ahora ese dedalito que ayer, en su cajita transparente asida al cartón y envuelto en esa ligera lámina de plástico, parecía decirme: ¡cómprame!. Son las cuatro de la tarde. En unos minutos terminaré el articulo y en una hora, me vuelvo a la calle en busca de mi colección. Me faltan los quiscos de las grandes superficies, que abren por la tarde, y aun están los de El Puerto, Sanlúcar, Arcos... Cuando cierro los ojos y pienso en el dedal dorado del Líbano, en esa cabecita de ciervo incrustada en el dedal de Croacia o en la delicada obra de arte hecha dedal por los indios incas del Perú, se me ponen los vellos como escarpias y pienso cómo he podido vivir estos años sin ellos. Sí, es cierto que la colección de babuchas del mundo, las de cajitas de té del Indostán o la gran enciclopedia del cangrejo riojano me llenaron mucho en su momento, pero ninguna de ellas se asemeja a los dedales.

Solo son 330 y con el número 2 te regalan la caja expositora en madera de color caoba oscuro. Ya la estoy viendo en un lugar preferente en el salón para envidia de mis amigos. Además cada dedal está acompañado de un fascículo explicativo de 40 páginas que al final conformarán 12 tomos encuadernados con ilustraciones a todo color. Todo un lujo, oigan. Me voy rápido a ver si se me adelantan de nuevo...

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