viernes, 6 de julio de 2012

BLANCO Y EN BOTELLA


(Artículo publicado en Viva Jerez el 5/7/2012)
Volví sobre mis pasos. Escruté cada rincón por donde antes había pasado, pero nada. Repetí cada movimiento a la inversa, pero ni rastro del móvil. Recordaba que lo había cogido y me lo había colocado en el bolsillo trasero del pantalón, pero ahí no estaba. Llegué a casa y le pedí a mi mujer su móvil. Marqué mi número. Sonaba. Buena señal, me dije. Volví a recorrer el camino agudizando el oído a la espera de oír el tono, pero nada. Además, recordé que lo había dejado en silencio cuando me fui a dormir la siesta… y no lo cambié. El más difícil todavía, pensé. Perder un móvil, en los tiempos que corren, es todo un drama. Además de los contactos, están las aplicaciones bajadas, las notas tomadas, los datos personales, hay que darlo de baja… Además del precio del teléfono, que no es moco de pavo. Un Iphone, con todos sus avíos. Ahí es nada. 

En fin, que proseguí con la búsqueda mientras seguía llamando a ver si por lo menos algún parroquiano lo había encontrado y respondía… Pero nada, ni rastro. Casi lo daba por perdido cuando observé a un chico, de unos 20 años, con un Iphone como el mío en su mano derecha, con una funda negra como la mía y enseguida lo guardó en su bolsillo cuando se percató de mi presencia. Miró a un lado y al otro. Eran las 5 de la tarde y con el calor la calle estaba vacía. De repente comenzó a andar rápido mirando hacia atrás como con miedo. Blanco, y en botella, pensé. Volví a llamar. Probablemente estuviera  vibrando en su bolsillo, pero no advertí nada extraño en su comportamiento. Al fin, me atreví, salí corriendo y lo agarré del hombro. -¿Qué pasa?, me dijo nervioso. -¿Qué de qué?, le dije, amenazante. -Creo que tienes algo mío. El chico se encogió de hombros. -Dame el móvil de una vez y acabemos con esto. ¿Perdón?, -¡El móvil, dámelo o te enteras!, le dije mientras alzaba mi mano derecha amenazante. No sé de lo que me habla, dijo. El chico, en un descuido mío, salió corriendo. Salí detrás, pero era más joven y corría como un galgo. -¡Como te coja, te enteras, ven aquí, dame el móvil!. 

En ese momento, vi a lo lejos un coche del 092. Alcé mis manos y pararon. Les expliqué lo que estaba pasando. -¿Seguro que su móvil es el del chico?. -¡Seguro, seguro. Es mío!. Blanco y en botella, leche. ¡Entonces debe ser una casualidad que una señora nos acabe de entregar este Iphone que se ha encontrado en el suelo, a unos metros de aquí…! Y me enseñó el que identifiqué como el mío. Llamé y enseguida vibró y se encendió alertando de una llamada de mi mujer. Tierra trágame, pensé. No me salía ninguna explicación coherente a mi metedura de pata. Finalmente me entregaron el móvil y me fui a casa. De camino volví a ver al chico y al llamarlo para pedirle disculpas salió corriendo como alma que lleva el diablo pidiendo socorro a gritos. Tragué saliva. Y es que, a veces, si es de color blanco y está en una botella, igual no es leche… Digo yo.

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