Me fastidian ese tipo de personas que te miran por encima
del hombro cuando dices que te gusta el cine de Esteso y Pajares, que has leído
“Las sombras de Grey” o que no te
pierdes un episodio de “Con el culo al aire”. Sí, hablo de esos culturetas que
esbozan una leve sonrisa de superioridad porque no has visto subtitulada la
última película de ese director esloveno de renombre que no lo conocen ni en su
casa a la hora de comer.
Esos que se creen por encima del bien y del mal y que
se autoexcluyen en tertulias literarias y en foros elitistas en un afán de
demostrar lo buenos que son y lo mucho que saben. Esos que utilizan palabras
rimbombantes, términos seudocultos o expresiones ininteligibles para poner una
barrera invisible con el resto de mortales. En esta fauna incluyo a algunos
tertulianos, articulistas, críticos o aprendices de escritores o periodistas a
los que se les da pábulo en determinados foros porque hablan con voz engolada de
la vida de Politkósvskaya, del franco descenso de la microeconomía en Pakistán
o de la estructura interna del blastocito, en un intento autoafirmarse y
demostrar lo que no son (Alguien afirmó, con razón, que “Todo el que diga yo soy, es porque no tiene a nadie que le diga tú eres).
No meto a todos en el mismo saco porque, de vez en cuando, te encuentras con
personajes de altura que no necesitan demostrar nada porque lo son todo, que se
adaptan y que reconocen estar en continuo aprendizaje. Personas de altísimo
nivel cultural que se mimetizan con lo que les rodea, que dan a cada cual su
sitio y cuya compañía siempre es grata. A esos no va dirigido este artículo. Va
enfocado a esos que deberían tener grabado a fuego eso de “Sólo sé que no se
nada”. Esos que nunca reconocerán en
público que han visto “La voz” o que alquilan a escondidas el DVD de “El
fontanero, su mujer y otras cosas de meter” (Por cierto, una película de culto
que no debería faltar en su videoteca, al igual que otros títulos como “Los
bingueros”, “Alguien penetró en el nido del cuco” o “Lo verde empieza en los
Pirineos”). Reconozcamos de una vez que alguna
vemos “Sálvame”, que ojeamos el “Hola” en la peluquería o que nos dormimos
viendo el documental de la 2. No pasa nada por aceptarlo. Podemos ser los más
cultos del planeta y, a la vez, aprender de un viejo labrador. Podemos gozar
una vez más con “Ciudadano Kane” o “El Acorazado Potemkin” y, a la vez, sonreír
con la última de la saga “Torrente”. Leer a Kierkegaard o bucear en la vida de
Freud y ojear el “Semana”. De todo se aprende. Lo peor es creerse mejores o
superiores por leer, ver o hablar de temas “cultos” y mirar por el encima del
hombro a quien no pudo o no quiso llegar a tan “altas cotas” del conocimiento. A
estos culturetas les invitaría a ver subtitulada al chino mandarín el clásico:
“El fontanero, su mujer...”. ¡De culto, oiga!
Esteban: Sólo te digo que a mí mis hijos me llaman "Maruja ilustrada" Me lo pusieron cuando eran adolescentes y me veían volver de dar mis clases, muerta de cansancio, los viernes por la noche, y con la revista Lecturas en la mano. En el trén de cercanías me relajaba. Y eso después de haber preparado unas clases en las que podía hablar de Kant o de Aristóteles. No hay que ser tan estirados. Un saludo, amigo.
ResponderEliminar