miércoles, 22 de octubre de 2014

PAREN, QUE ME BAJO

(Artículo publicado en Viva Jerez el 23/10/2014)
Abro el periódico y me indigno, supongo que como la mayoría de ustedes. Que si Urdangarín y la Infanta, que si Jaume Matas, los ERES fraudulentos, Bárcenas y ahora Acebes, Rodrigo Rato y las black, los Puyol y los Mas, José Luis Núñez y Neymar, Fabra y Correa… ¡Ya está bien! ¿Qué será lo siguiente? ¿Quiénes esconden aún sus cabezas bajo las alfombras? Me pregunto, igual que ustedes, en manos quiénes hemos estado y, algunos casos, seguimos estando. Hablamos de personajes públicos que, en muchos casos, administraban nuestro dinero en virtud al mandato que les dimos. Pero nos defraudaron. Metieron la mano en la caja creyéndose impunes. Nos engañaron vilmente y abusaron de nuestra confianza.

Supongo que ahora muchos abjurarán de la política en general u optarán por formaciones ideológicamente ambiguas que nos bombardean de promesas vacías y de paraísos inalcanzables. Yo, en particular, creo que podemos regenerar la forma de hacer política. Con controles más exhaustivos, con mandatos limitados, con transparencia, con las puertas abiertas de par en par, con luz y taquígrafos. Cierto es que en todos los países hay casos de corrupción y prevaricación. Por desgracia la naturaleza humana tiene sus fallos y puede ser que la tentación de obtener dinero fácil sea algo que se de en cualquiera que ocupe un cargo público pero, reconozcámoslo, la frecuencia, la cantidad y el descaro con el que esta clase de delito se da en España es imposible que se pueda repetir en cualquier país civilizado de nuestro entorno. Aquí no se salva nadie; políticos, banqueros, miembros de la judicatura, grandes directivos, sindicalistas, tonadilleras... Solo hay que oír un telediario para ponerse las manos en la cabeza. El menos pensado nos sorprende con dinero negro en paraísos fiscales, coches y cenas de lujo con tarjetas opacas y otros dispendios que cargan al bolsillo de curritos como usted o yo, mientras nos hablan de recortes, de despidos “justificados”, de preferentes, de desalojos, de subida de impuestos, de apretarse un cinturón que ya no tiene más agujeros… 

Pero, hay un hecho que agrava a mi juicio la cuestión y es que, aparte de las responsabilidades administrativas o penales, el hecho de que el corrupto sea un político alto cargo en la Administración, comporta un factor añadido que debería impulsarle a que, sin necesidad de que se le pidiera u obligara su partido, y ante la duda de que pudiera ser inculpado; dimitiera de su cargo, al menos, hasta que hubiera quedado clara su situación. Pero no es así. El apego al puesto, la falta de respeto por quienes lo eligieron o el empecinamiento en negar lo evidente han hecho que en este país no dimita ni Dios. O cambiamos las tornas de una vez o paramos este país y nos bajamos. Yo el primero.

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